292 ADELARDO FERNANDEZ ARIAS
ral Tshiang-Tshu-Feng intentaba, era necesario apo-
derarse de muchas ciudades; ciudades que proporcio-
naben contingentes de tropas y un rico botín, dine-
ro, provisiones, mujeres ; porque el general, al apode-
rarse de una ciudad, ordenaba a sus tropas que sacia-
sen sus instintos en todas las mujeres que encontraran.
Y al amanecer de un día claro y sereno se puso en mo-
vimiento todo aquel ejército, que, con arreglo a los
principios militares, fué precedido de camiones, a lo
largo del campo, por no existir carreteras ; para atra-
vesar los canales que se oponían al paso, en línea rec-
ta, hacia la costa, era necesario construir puentes, que
los ingenieros militares del general levantaban y des-
pués destruían, cuando todo el cuerpo de ejército los
había atravesado. Después de dos días de marcha, el
Cuartel general se detuvo, acampando ; había que apo-
derarse de una ciudad. Entonces «Miss Atlántico» es-
cuchó el rugido de los cañones ; el crepitar de las ame-
tralladores ; el desfile y ayes de los heridos ; vió la té-
trica caída de los muertos ; asistió a una batalla, desde
lejos, con los prismáticos que el general la proporcionó
y vió el efecto de los cañonazos ; los incendios produ-
cidos por las bombas que los aeroplanos tiraban ; las
luchas que se entablaron. A las seis horas de fuego, 1
ciudad se rindió y las tropas del general entraron en
ella, saqueándola, entre gritos salvajes. Dos horas des"
pués de haber entrado en la ciudad la cabeza de la co-
lumna, hicieron su entrada triunfal el general 'Pshiang-
T'shu-Feng y «Miss Atlántico», dirigiéndose al edificio
que hasta entonces había ocupado la primera autoridad
china de la ciudad.
AMí, pudo «Miss Atlántico» ver las consecuencias de
aquella «guerra de pillaje» que en China se estaba rea-
lizando, Los jefes militares de las columnas del gene-
ral fueron comunicándole todas las impresiones : 105
Bancos se habían saqueado ; el dinero pasó a la caja de
la administración militar del ejército ; se habían hech0