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«EL DUENDE DE LA COLEGIATA»
dosis tenga una fuerza de semiembriaguez sin traspa-
sar los límites del adormecimiento,
Muchas veces «Miss Atlántico», para serle agrada-
ble a Tshiang-Tshu-Feng, le preparaba ella las pipas,
cargando de tabaco y colocando el granito de opio, que
extraía de una cajita de laca que el general llevaba
siempre con él. Por eso «Miss Atlántico» pensó que la
noche definitiva de su evasión sabría ingeniarse de
manera que la dosis de opio fuese tan cargada que al
dormirse el general Tshiang-Tshu-Feng no le fuera
fácil despertarse del sueño, aunque notase en su fuerte
embriaguez la ausencia de «Miss Atlántico».
El resto del plan lo tenía bien acordado con los misio
neros : atravesar el campamento no era difícil para
«Miss Atlántico». Todos la conocían, la respetaban ;
nadie se hubiese atrevido a detener sus pasos. Había
necesidad de llegar a un punto fuera del campamento,
cerca del río, que era el punto de reunión. Al salir del
campamento por un determinado sitio la acompañaría
uno de los oficiales cristianos, que la iba a esperar
cerca del puesto avanzado de los centinelas. Todo es-
taba perfectamente convenido. Por eso «Miss Atlántico»
aquella noche, más amable que nunca con el general
Tshiang-Tshu-Feng, besuqueándole y acariciándole con
exceso, cuando él maquinalmente, según su costumbre
inveterada, buscó la pipa para preparársela, «Miss At-
lántico», quitándosela de las manos, le dijo :
—Déjame, deary. Yo te prepararé la pipa, como
hago tantas veces. Tú no sabes el placer que me causa
poderte ser útil, evitarte molestias. ¡Si tú supieras lo
que yo te quiero!
El general, satisfecho, sonrió, creyendo a aquella
mujer. Consideraba su amor propio de hombre amarillo
halagado con la sumisión femenina de aquella hembra
blanca, que se le entregaba en cuerpo y alma, incon-
dicionalmente, y ella, con una habilidad femenina y
res de opio saben perfectamente calcular para que la