«MISS ATLANTICO»
riendo con satisfacción —que me agrada muchísimo oírle
hablar así?
—i¿Por qué?
—Porque, en el fondo, alteza, soy también una gran
sentimental; pero la vida me ha maltratado mucho y he
tenido que ahogar mi sentimentalismo en el fondo de
mi corazón,
—:¿Cómo, señora? Y perdóneme si la llamo “señora”;
no sé si debo llamarla “señora” o “señorita”,
—Lo mismo da, alteza; las mujeres como yo, aunque
seamos señoritas, nos gusta ser señoras, probablemente
porque no somos ni lo uno ni lo otro,
El príncipe miró fijamente a “Miss Atlántico”, sin com-
prender bien lo que quería decir, o, por lo menos, apa-
rentando que no lo comprendía.
—«¿ Sabe vuestra alteza cómo me llama la gente a mí?
—No, ¿cómo quiere usted que lo sepa? Yo la he visto
a usted a bordo; me ha interesado usted muchísimo; la
he estado observando desde que hemos embarcado; me
ha seguido interesando ¡y nada más! El resto, no me in-
teresa; me interesa usted solamente, como usted es; yc
no sé quién es usted ni me importa. Sé que es usted una
mujer encantadora, que me gusta mucho, que me interesa
mucho, y eso me basta.
—Dígame, alteza, ¿y cómo intereso yo a vuestra al-
teza? : :
El príncipe la miró un momento fijamente.
—¿Qué quiere usted decir?
—Me explicaré. ¿Intereso a vuestra alteza como “una
mujer más?” Los príncipes, desde su altura, están acos-
tumbrados a ver en las mujeres que encuentran en su
camino “una mujer más”; “una mujercita más”, suscep-
tible de satisfacer sus caprichos momentáneos, su deseo
Ugaz; como se toma una flor de un búcaro, se lleva a la
Nariz para aspirar su perfume y, después, se tira en un
tincón, ¿no es así, alteza? ¿No es así cómo los princi-
Pes toman a las mujeres que van encontrando a su paso?