148 GASTÓN LEROUX *
bre, a trueque de salvarla, ¿no es eso?, vale la pena de
perdonar al pobre Rouletabille la mala pasada que jugó
al bueno de Camiseta!
—¡Oh, señor mío!, no me conmoverá usted, y le digo
a mi vez que su profesión, por lo pronto, le lleva a la
cárcel y a prisión correccional después...
—Bueno—repuso tranquilamente el repórter—, veo
que esto es ya monomanía... no insisto... Mozo, un bock.
Y se sentó.
—Le han de matar—dijo la voz de carraca del señor
Bartholasse.
—A usted, buen amigo—expuso Rouletabille mirándo-
le con frío talante—. Hay que proceder con tacto. Tiene
usted todas las características del asesino. En cuanto a
usted, señor Crousillat, que es aquí el más razonable,
pues a la postre, con los puños de que la generosa na-
turaleza le ha dotado, si abrigase en el corazón la cuarta
parte de rabia que ahoga al señor Bartholasse, hubiese
saludado mi llegada con un capón ,y ya no quedaría más
problema que el de escribir mi epitafio... Es usted bue-
no, como generalmente lo son los hombres corpulentos.
A usted, pues, quiero contar esta historieta.
»Nuestra profesión, si es útil, como me comprometo a
demostrárselo antes que Febo termine su carrera, no es
siempre divertida; pero en lo posible, cuando se ofrece
coyuntura, tratamos de hacerla chusca. Es chusca, por
ejemplo, cuando cometido un asesinato en una casa y
habiendo jurado el- portero'no' decir una palabra á-los