14 GASTÓN LEROUX
Por mi parte, me esforzaba inútilmente en desasirme
y hacerme oir.... La Candeur bajó la escalera vociferando
juramentos. Bien considerado, no me supo mal que no
llegara a verme en tal coyuntura. ¡Yo, Rouletabille, ha-
berme dejado sorprender así Estaba avergonzado, ano-
nadado. ¡Este es el sentimiento que aún me domina! Mi
criado me desató esta mañana. Le he amenazado con en-
viarle a presidio, si llega a decir una palabra, y en cuanto
a ti espero confiadamente en que no tratarás de deshon-
rarme.
—Pero, en fin, ¿qué significa esta agresión? —preguntó
todavía Juan de Sautierne, olvidado de sus propias pre-
ocupaciones por el relato de esta singular aventura.
—IAhI—repuso Rouletabille señalando con un amplio
gesto su despacho revuelto—. Lo he repasado... Han ve-
nido con toda seguridad a robarme documentos... Pero
¿cuáles? Hecho el inventario, no me falta ninguno. He
creído un momento que había una relación entre el acon-
tecimiento de esta noche y mi artículo de anteayer,
acerca de los escándalos de la «Sociedad de Bengala»;
pero mi archivo está completo... ¡Misterio!...
—Tú al menos debes tener alguna sospecha... Les viste
las caras...
—Sí, un segundo; pero al punto apagaron las luces...
—¿Y qué facha tenían tus ladrones?
—De ladrones... demasiada facha de ladrones. Trazas
horrendas de ladrones... Con exceso... Muy sucios sus
trajes... ¡Muy espantables sus gorras!