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GASTÓN LEROUX
presentó en la secretaría de la Cárcel con un permiso
timbrado de la prefectura, por el cual se autorizaba al
antropólogo señor Arnault la visita a las cárceles de
1 Allier.
> Huelga decir que se arregló, se caracterizó y se dió
aspecto de honorable anciano a punto de ver en él el di-
rector de la Cárcel a un sabio tan recomendable como
recomendado. Hizo que lo viera todo... las celdas, los
patios, la capilla; hasta le invitó a probar la sopa, y bastó
que el señor Arnault dijera una palabra para que al pun-
to se le franqueara la celda del marqués... ¡Un momen-
tol, y el marqués sólo le dijo tres palabras... Al día si-
guiente Rouletabille escribió con sólo estas tres palabras
un artículo de tres columnas...
En aquel instante un celador llamó a la puerta del des-
pacho del señor Mathieu, y al presentarse avisó que en
secretaría esperaba una persona que se decía antropólogo
y pretendía estar autorizada para visitar las cárceles de
las Bocas del Ródano.
El señor Mathieu, el señor Crousillat y el señor Bar-
tholasse se miraron con asombro.
—Tráigame usted aquí a esa persona—dijo el director
en tono de mando y con la voz ligeramente alterada.
En los pocos minutos subsiguientes no cambiaron pa-
labra los tres personajes. Esperaban de un momento a
otro ver la aparición de Rouletabille disfrazado de sabio.
Pero vieron llegar a una mujer.
Una mujer vestida con gran sencillez y perfecta ele-