Full text: El libro de los antepasados (1)

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ROULETABILLE Y LOS GITANOS 215 
Cuando estuvo ya a unos cien metros, paróse en la 
esquina de una calle. Juan vió entonces que la señora de 
Meyrens dejaba allí parado el auto, consultaba el mi- 
núsculo reloj de pulsera, y la vió levantarse y descender 
con negligencia que no carecía de gracia. 
Previendo que iba a ocurrir algún suceso importante 
alrededor de la cárcel, Juan se desvió, y por una calle- 
juela contigua se dirigió hacia el establecimiento peni- 
tenciario. 
En el camino topó con el señor Bartholasse, que iba a 
la Audiencia, y le pidió que fuese inmediatamente a po- 
ner en conocimiento del señor Crousillat que la señora 
de Meyrens andaba rondando la cárcel y a mano un auto 
con intentos muy sospechosos. El señor Bartholasse res- 
pondió con maligna sonrisa al joven que su jefe se había 
ido a pescar, y que él, simpre secretario, por nada del 
mundo se arriesgaría a substituir a un juez de instrucción 
en tan graves menesteres. 
Entonces, Juan se decidió a ir a ver al propio director 
de la cárcel. 
En la secretaría se le contestó que el señor director se 
había ido a pescar con el señor Crousillat y que salieron 
a primera hora y no regresarían hasta la noche. Estas 
conversaciones y estos pasos consumieron algún tiempo. 
Eran ya cerca de las ocho. Al salir de la cárcel, lo prime- 
ro que vió Juan fué la silueta de la señora de Meyrens es- 
fumada en la esquina de la calle donde tenía parado. el 
auto.De allí atisbaba, sin duda, la cárcel. ¿Qué esperaba?
	        
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