ROULETABILLE Y LOS GITANOS 219
reparaciones en la cárcel? Sin duda compró la complici-
dad de uno de esos obreros que salieron esta mañana
tirando de un carretón.
—No— interrumpió Rouletabille con duro acento—: no
compró a ese obrero.
—Permíteme que lo dude... pues, mientras tú estabas
durmiendo o quizá reflexionando, la señora de Meyrens
fué a alquilar un auto esta mañana en un garage, y se
apostó a unos cien metros de la cárcel... y cuando el
obrero pasó junto a ella, mantuvo con él muy animada
conversación...
—No-—dijo Rouletabille con acento cada vez más
agrio—; ella no compró a ese obrero; le compré yo.
—¡Túl!
—Sí, yo... En la cárcel ella obró por cuenta mía y se-
gún mis indicaciones, mientras fuera yo lo disponía todo
para mi idea...
—¿Para qué?—gritó Juan sofocado.
—No levantes la voz, querido—le susurró Juan, impo-
niéndole su autoridad —; voy a decirte para qué, ya que
no eres bastante perspicaz para adivinarlo... Pero toma
tranquilamente tu café con leche e imita mi calma, que
es sólo aparente, te lo juro. Te he dicho siempre que no
recuperaremos a Odette sino por Calixta... Sólo para
que hable, hice detener a ella y a Andrés...
—No he olvidado que tu intervención me salvó...
—Aunque no hubieras corrido peligro alguno, los hu-
biera puesto en chirona del mismo modo; así, pues, no