220 GASTÓN LEROUX
me lo agradezcas. No son estos momentos de andarnos
con cumplimientos y cortesías, y así no te oculto que
temo por parte tuya algún desaguisado... pero... razona
conmigo. Con el asesinato del señor de Lavardens, yo
esperaba que cantase; pero al ver que ni ella ni Andrés
soltaban prenda, hube de cambiar de táctica de cabo a
rabo... Y como dispuse encarcelarlos, resolví abrirles la
jáula... porque ¿no tenemos noventa y nueve probabili-
dades contra una, que fugados irán a reunirse con Odette,
sobre todo si El Pulpo les dice que andamos ya sobre
sus pasos? En ese caso... los seguimos; yo ya me las he
compuesto para que no los coja de nuevo; y así juntos
llegamos al fin propuesto. Pero ¿qué tienes? ¿Vas a po-
nerte malo?
—¡Rouletabille! —murmuró Juan supirando—. Rouleta-
bille, he cometido otra tontería.
—¡Ah!, no lo dudo... ¿Qué has hecho, desgraciado?
—Rouletabille, yo en persona, anoche, en este mismo
sitio que ocupas, vine a prevenir al señor Crousillat para
que no se fiase de la señora de Meyrens, y le dije que
era tu genio malo, que contrarrestaba cuanto hacías, que
le vi entrar en la cárcel y que no perseguía otra cosa que
favorecer la fuga de tus detenidos...
—¿Tú has hecho eso? ¿Tú has hecho eso?—rugió el
sordo acento de Rouletabille—. Y ¿entonces?
—Entonces, el juez marchó corriendo a la cárcel, vió
al director y se descubrió en las celdas de los detenidos
limas y disfraces de albañil...