250 GASTÓN LEROUX
todas sus fuerzas a aquel bosque de pelambre; grita el
señor, chilla el niño y la madre grita aún más fuerte que
ellos dos porque el tren arranca.
Los gritos atrajeron a Andrés y a Calixta hacia la con-
tigua portezuela a tiempo de ver cómo la gruesa mamá
nerviosamente se apoderaba del niño, que blandía en su
manita crispada una magnífica barba de refulgente color
leonado.
Desde dentro repelieron brutalmente la portezuela con
huraño gruñido.
Calixta se apresuró a mirar por el ojo de cristal del
tabique y vió a un señor sin barba y al parecer juicioso,
harto conocido de ella. En aquel momento el señor salía
precipitadamente hacia el pasillo en busca de un rincón
que le hurtase a la vista de los bohemios... pero, como
hemos dicho, era ya tarde... Dos seres se abalanzaron
contra él como salvajes y le arrojaron a la vía.
Cuaderno de Rouletabille.—Mal momento el de un caer
de un tren, sobre todo arrojado con violencia, cuando
se ve encima y a toda marcha otro convoy sin más misión
al parecer que reduciros a papilla; pero en ese instante,
si uno no revienta, puedo jurar que el resto de vida que
quede basta para salvarla...; logré aún dar un salto, que
me echó fuera de la vía, y a raíz pasó junto a mí la «api-
sonadora» soplando y escupiendo de rabia, Y allí hubie-
ra permanecido largo tiempo si un cabrero, que lo vió
todo, no corre y me presta socorro. El me enseñó un mal
albergue rayano con el bosque, aislado y como perdido
e.