30 GASTÓN LEROUX
crito a una «carrera», porque un hombre del nacimiento,
educación y simpatía de Sautierne tiene consigo el de-
ber de haber estado más o menos agregado a una emba-
jada, la verdadera personalidad de Juan se reveló, no
obstante, cuando penetró en la esfera del arte, en la de
la música principalmente, a la cual se entregó como a
delicioso filtro.
Mozart y Beethoven fueron los que desposaron a Juan
y Odette de Lavardens; pero Sautierne no ignoraba que
antes de su conocimiento con esta encantadora flor de
la Camargue, Odette recibió, niña aún, otras impresiones,
que por ser más rústicas, no eran quizá menos formida-
bles. Hubert fué el que enseñó a Odette a montar a ca-
ballo. Y ¡qué amazona estaba hecha!
—Atiende—decía Juan a Rouletabille ¡también el vie-
jo Lavardens por este tiempo andaba enamiracado de él.
Pero cuando este hidalgo de aldea (me refiero a Hu-
bert), que por toda fortuna tenía una alquería y su reba-
ño, pidió que se le reservase la mano de Odette (hace
unos cuatro años), Lavardens le replicó: «Haz primero
fortuna, y hablaremos de eso cuando Odette sea ma-
yor...» Pues bien, hoy Odette es una moza, Hubert ha
hecho fortuna, pero Odette y yo nos queremos, Yo aca-
ricié la idea del duelo, pero no parece que quiera acep-
tarlo. El cobarde ha preferido contar a Odette mi enredo
con Calixta. ¡Es un infamel
—|Pobre chiquillal—repuso Rouletabille
bert y Calixta... la compadezco...
; entre Hu-