CAPITULO. VI
UN TROZO DE TELA DE COLOR AVELLANADO
NY ¿qué prueba todo esto? —susurró Juan, con la ca-
heza baja y la frente sombría—. ¿Por qué quisieras
que no hubiera en este jardín huellas de mujer? ¿Acaso
sabemos quién vino ayer a casa de Hubert? Y ¿por qué
pretendes que esta huella sea precisamente la del zapato
de Odette?
—Por tres razones—replicó Rouletabille enjugándose
la frente - : primero, porque la veo al lado de la bufanda;
luego, porque corresponde a la horma de Odette... y en
fin, porque viene de allá.—Y el repórter señaló con el
dedo una puertecilla en el muro, bastante bajo, que se-
para la propiedad de Hubert de la antigua quinta.
—Por el postigo—dijo en tono de burla Juan—. Creí
£sa puerta medianera condenada desde mucho tiempo
atrás...
—Pues bien, lo vas a ver...—repuso Rouletabille, y sin
más que empujar un poco, la abrió.