DAVWWIWVIWAAMNVWAAIAIIAAAAAAMANAMAAA AMA AAA
apetecible, que cuando la vida de la colectividad
estuviese ligada a las empresas del nuevo rico, tál
vez éste cobrase con las setenas el dinero que ahora
entregaba...
Mostró Benigno este documento al señor Al-
calde.
—Como si lo viera: esto es cosa de esos dia-
blillos del “Club de los Templaos”.
—¿Pero usted ha leído bien, señor Alcalde?
Por supuesto. Pero no hay que tomar esa
hojilla demasiado en serio. Lo hacen por matar
el tiempo.
—Pues yo no estoy dispuesto a tolerar una
infamia semejante.
—La tomarán con usted, señor Rastrojo. ¿Quién
es capaz de probar que les corresponde la paterni-
dad de este escrito? Yo, no hay que decirlo, estoy
a la disposición de usted, pero esa gentecilla se
valdrá de mil artimañas ingeniosas para ensañar-
se sin peligro en cuantos abiertamente se pongan
frente a ellos.
—Pero ¿es posible que dos docenas de desocu-
pados viciosos tengan en jaque a todo un pueblo ?
—Soy el primero en reconocer que ello es ver-
gonzoso. No puede usted imaginar cómo me com-
placería jugarles una mala pasada; pero compren-
do que es preciso ir con tiento.
—Está bien. Si usted me lo permite, yo aca-
baré con esa patulea.
— ¿Qué dice usted? Supongo que ninguna vio-
lencia...
—Descuide. ¿Acepta usted?
—Encantado por mi parte. Pero vuelvo a en-
carecerle que no se confíe. Es mala gente.
—Tal vez, durante algún tiempo, mi conducta