Cuando un flúido cordial los envolvía, el re-
cuerdo de los muertos acababa por deshacer el
encanto. Con todo...
Verdaderamente, yo ignoro a punto fijo cómo
fué aquello.
Hay quien asegura que Marina dijo en voz
alta: “Hace calor esta noche”; y que Palmito co-
mentó simplemente: “Sí que hace calor”. Lá cosa
es bastante trivial, por lo cual me inclino a creer
que, en efecto, fué así cómo reanudaron los dos
vecinos su antigua amistad.
¿Será éste uno de los momentos psicológicos
que los novelistas estamos obligados a aprove-
char? Sin el momento psicológico, ¿qué sería del
novelista ?
Por desdicha, el momento de mis personajes no
pertenece a este género.
El hecho de que Marina y Palmito anudasen el
roto hilo de sus amores, es de una psicología tan
vulgar, que no puede aprovecharse para largas
disquisiciones.
Mi relato ha de quedarse, por tanto..., en rela-
to, narración sencilla de hechos sencillos.
¿Decíamos ?
Que en la noche siguiente, Palmito y Marina
aproximaron algo sus sillas; y algo más en la ter-
cera... Cuando hay una gradual aproximación de
sillas, suele verdecer el amor. Pronto la buena
nueva se hizo pública y hubo comentarios para
todos los gustos.
mm ¡Y para esto tantos años de lucha despiadada!
- protestaban las gentes.
Desde luego, un final con un par de suicidios y
una pública almoneda, hubiese estado a la altura
que la pasada contienda merecía.