Full text: El idilio inacabado

tado en Sigueruela, hubo de soportar las neceda- 
des del progresista, de las que tenía noticia por 
las habladurías de algunos pueblerinos. Intentó 
algo para atraer a Gorito, pero sin que sus ges- 
tiones diesen resultado, pues aquél, convencido 
de que dar la cara y salir derrotado sería todo 
uno, jamás consintió en avistarse con el Religio- 
so. Ahora, apenas el Padre había llegado, Gorito 
reunió a sus oyentes habituales, y sentado en el 
pretil de la plaza, frente al mar, comenzó su dia- 
triba. 
II 
Y entre otras cosas, dijo: 
“¿Veis ese Padre que se acerca a vosotros 
como si fuese vuestro igual, como un pobrecillo ? 
Pues habéis de saber que él y los suyos se dan la 
mejor vida del mundo. Todo eso que os dicen de 
la pobreza de sus conventos, es el anzuelo que 
echan para engañaros. Yo os digo que en los co- 
rrales de sus caserones se crían las gallinas, las 
ocas, los pavipollos y toda clase de bestezuelas sa- 
brosas, por centenares. No hay manjar exquisi- 
to, por caro que sea, que en su mesa no sea ser- 
vido. De vinos no hay que decir: tienen todos 
junto a sí un cuenco, donde cabe un litro, ni más 
ni menos, y tanta prisa se dan en vaciarlo, mien- 
tras engullen, que dos o tres legos no dan abasto 
para tener bien servidas a sus reverencias. 
”Duermen en camas mullidas, aderezadas con 
lienzos de hilo y colcha de damasco. En fin, yo os 
aseguro que no hay riqueza como su riqueza ni 
en el palacio del más encopetado señor.”
	        
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