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AL otro día, aprovechando la ausencia de su ma-
drastra. Awmparito hizo un lío con sus ropas, se
despidió de sus hermanos, que la vieron partir sin
explicarse aquel raudal de lágrimas y aquella caluro-
., .. - . ,
sa efusión de caricias, tomó un taxl y se blantó en
casa de Consuelo, después de haber dejado una car-
ta a la Justa en la cual le explicaba su decisión, fun-
dada en el propósito firme de ser buena.
Los primeros días los pasó muy asustada, teme-
rosa de que su madrastra hiciese indagaciones para
dar con su paradero, sin osar asomarse al balcón y
estremeciéndose lena de sobresalto cada vez que
llamaban a la puerta. Después, poco a poco cun-
cluyó por tranquilizarse, viendo pasar el tiempo sin
que ocurriese nada, y sobre todo, fortalecida con
los consejos prácticos y razonables de Consuelo,
guien desde el primer instante aseguró due la ma-
drastra no intentaría nada por la cuenta due le tenía.
—¿No comprendes, criatura, que ella sería la que
saldría perdiendo en cuanto tú abrieses la boca y
contaras la verdad? ¿No ves que se trata de un de-
lito de corrupción de menores, cosa que por la ley
está muy castigada?
Indudablemente debía de ser cierto, porque la
Justa no hizo la menor gestión para recuperar 3
A mparito.