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te. Todo. Consuelo no se ha llevado nada. ¿No es
esto prueba de que piensa volver?
—Porque si no—arguye Teresita—lo hubiera reco-
gido. ¡Cómo va ella a exponerse a quedar mal! Yo,
por si acaso—agrega decidida—, lo voy á concluir.
A última hora, si no viene, lo entregamos nosotras.
Se sienta y coge el bastidor.
—Si yo pudiera ayudarte...—murmura Amparito.
—Sí, mujer, lya lo creo! Toma esto y ponlo en
el tambor. Es cosa fácil: punto de cadeneta. Supon-
go que lo sabrás hacer.
—¡Mujer!
Se ponen a trabajar afanosísimas. Tan alanosas,
que no se dan cuenta de que las horas corren; El
reloj da las diez.
—óLas diez? ¡Qué barbaridad! ¡Cómo pasa el
tiempo!
El timbre de la puerta suena estrepitoso. Abre
Cresa y aparece Felipe. Se dirige directamente. al
cuarto de costura.
—¿Y Consuelo?
—No está,
—óSalió?
—Sí.
—¿A dónde?
—No sabemos.
Sin hablar más da media vuelta y se marcha a
la alcoba, Teresita y Amparo se miran aterradas,
Presintiendo la escena. ¡La que se va a armar ahora!
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