dejó de trabajar en su oficio y hubo de vivir de la
generosidad de sus hermanos, que la trataban cada
vez peor. Desesperada, escribió a su madre ya Fe.
derico, pidiéndoles que la llevaran a Alicante con
ellos, pero Federico, due acababa de casarse tam-
bién, le contestó que tuviera paciencia en una carta
muy fría y llena de consideraciones, en las cuales se
traslucía de manera bien clara que su presencia en
Alicante constituiría una carga demasiado molesta.
Llegaron las quejas, como era natural, a conoci-
miento de Mercedes y de su marido, y hubo un
disgusto tremendo, que le costó a Teresita estar
mala.
A partir de este lance las cosas se pusieron cada
vez peor. D lercedes tuvo otro hijo; fué el parto labo-
ri080, guedó muy quebrantada y no pudo criar. Fué
necesario dar al chiquillo biberón y encomendaron
a Teresita la tarea. Teresita tenía que lidiar con el
rorro, lavarle, fajarle, dormirle y estar día y noche
pendiente de su cuidado, porque Mercedes no se
ocupaba de él. Ni de él ni de los otros, ni de nada
que se relacionase con las atenciones domésticas.
Tendida en una cama turca, que su marido había
improvisado con cajones y una colchoneta cubierta
de cretona rameada, pasábase las horas duejándose
de fortísimo dolor en el ovario izquierdo que, se-
gún ella, no la dejaba moverse y sólo se aplacaba
aplicando sobre la parte enferma una plancha calien-
te envuelta en trapos de lana. La dolencia había
o EE
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