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A
e
Cualquiera tenía en aquel momento tranquilidad
para pensar en nada.
—Abhora hay que hablar con Paco.
Convienen en que Amparo lo haga por el telé-
fono de la tienda y entre tanto Teresita aguardará
a la portera para darle el encargo de subir a casa de
Felipe, porque ella no se atreve. Todo sale a las mil
maravillas. El marido entrega cuanto se le exige sin
ofrecer la menor resistencia y Paco las cita en el
café de Kuntz, entrando por la puerta de Caballero
de Gracia. La entrevista es extensa. Las chicas re-
latan sus vicisitudes en busca de hospedaje y él re-
fiere á su vez cómo provisionalmente ha llevado a
Consuelo a un hotel mientras encuentra otra cosa
mejor y más barata y en donde él tenga libertad
absoluta para entrar y salir,
Se despiden muy afectuosos, después de conve-
nir en que Consuelo irá a verlas a su casa.
—¡Qué excelente persona es este hombre!=
exclama Teresa cuando sale a la calle con su ami
ga—. Y sobre todo qué guapo y «fué simpático.
Comprendo due Consuelo esté loquita por él.
—Pero, chica, a ti te gustan todos—dice Ampa-
ro riendo—. En cuanto ves unos pantalones ya estás
alborotada.
Teresa se enfurruña y no responde, pero como
no es mujer a quien le duren los enfados más de
cinco minutos, al llegar a la Red de San Luis y2
- 1 E 3 j 2].
esta otra vez tan alegre. Poman el Metro y vul
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