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—Pero, señora, la santo de qué la ¿bamos a en-
¿añar! De haber mentido, en seguida se hubiera
descubierto.
—Abh, claro, claro...—dice la vieja convencida—»
q diganme: ¿cuánto se gana en este oficio?
—Pues mire usted, según: una oficiala regular,
del montón, ni muy corta ni muy larga, así como
nosotras, puede sacarse en un taller tres pesetas...
tres pesetas y media. En casa, trabajando a destajo,
como se aprovechan más horas y se hace con más
alán, se pueden sacar cuatro y aun cuatro y media.
Mi maestra 'se sacaba hasta seis y ayudándola nos-
otras nueve y diez un día con otro.
—De manera que entre las dos pueden JAnar...
—Yo caleulo—dice Teresita—unas cinco pesetas:
—Si son ustedes apañaditas, no está mal,
Esa es también la opinión de Consuelo cuando
al día siguiente, cumpliendo lo ofrecido, viene 4
verlas.
—Y o, mientras no sepa en qué para esto de mi
marido, me determine a poner casa O encuentre un
sitio en donde esté verdaderamente a gusto, no.
pienso trabajar. Aparte de que Paco no quiere que
yo trabaje, No lo ha querido nunca, y sl lo ha to-
lerado hasta hoy, es porque era una tapadera para
que no sospechase Felipe. Ahora no lo consiente:
Paco tiene el criterio de que cuando una mujer está
con un hombre no debe trabajar.
—Así debe de ser—opina Teresita.
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