BA
A. _
A ri ai A GA
No. La Luisa no estaba alegre. Al contrario, se
había puesto muy triste y daba unos suspiros que
partían el alma. Dos o tres veces miró a su seño-
ra, abrió los labios con intención de hablar y otras
tantas se contuvo. Por fin se decidió:
—Deñora, yo tengo que contarle a usted una
Cosa.
—Cuéntame lo que quieras.
—Una cosa muy seria.
—Abh, pues si es seria no me la cuentes. Yo no
estoy ahora a propósito para escuchar cosas serias.
Ya me la contarás otro día.
—Ay, no, no... Tiene que ser ahora.
—Athora no tengo yo ganas.
—Que sí, que sí..., que se lo tengo que contar.
Yo sOy muy mala. Yo me ke portado muy mal
con la señora.
—Bueno, mujer; pues déjalo.
— Ay, si la señora supiera...
—¿Que me has sisado alguna vez?..., óque me
sigues sisando?
—Es una cosa muchísimo peor.
—¿S1? Pues no me la digas. No lo quiero saber:
Sea lo que fuere te lo perdono. Fa, échame otra
copita y déjate de cuentos.
La Luisa vaciló unos segundos, puso un puche-
ro muy triste y con los ojos arrasados de lágrimas
se arrancó decidida:
e — ó A
— OÍ senora, yo tengo un remordimiento muy
, A le)
= 8