obligada a perderme, por lo menos que no se pier- |
da ella. ¿No le parece a usted? E
Expuesta la situación en estos términos tan ra-
zonables, discretos y sensatos, ¿qué puede hacer el |
hombre más que acomodarse, transigir y general. ¡
mente avenirse a la posibilidad que se le ofrece de
l 2 N boni |
conquistar a la mayor? ¡No es tan bonita como la
pequeña, pero después de todo no está mal; A
. . . mo. MN
joven, graciosa, deseny uelta, simpatica, no ofrece 5
inconvenientes compromete «dores y tiene el atracti-
vo de no ser una profesion: ll. Suele ocurrir que el
hombre se declara y ella entonces inicia un coque-
teo; duda, vacila, pide treguas para pensarlo; exige
la promesa de una caballerosa discreción, de un se- !
ereto absoluto y termina con una declaración alu-
cinante: Ella no necesita nada. Por fortuna tiene
todas sus necesidades cubiertas. Si se decide será NN
por ilusión, sin interés de ningún género. Isabelita
no es interesada, ni se explica que en cuestiones de
amor pueda serlo ninguna mujer, por poco due se
estime. Ella no quiere nada; le basta con un poco
de cariño, del que está muy hambrienta.
Si el hombre se ilusiona se ha perdido, porque,
en efecto, Isabel cumple su palabra, pero en cambio
Pepita es insaciable; no desdeña ocasión para pedir
dinero, dinero para todo, para medias, para zapatos,
para camisas, para cortes de traje, para abrigos de
pieles y todo reforzado con la promesa insinuante 1
de que algún día sabrá corresponder a las atencio-
ES