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nes que se tienen con ella. En cuanto halla un res-
guicio se lo dice:
—Me es usted muy simpático; me gusta usted
mucho. Mi hermana no me deja porque le parece
que todavía soy una chiquilla, pero yo tengo mu-
cha curiosidad por saber lo que es esto y una tarde
cualquiera, en cuanto sea posible, la doy esquinazo
y me voy con usted sin que nadie se entere.
Y el hombre, ilusionado, sigue y sigue hasta
que al fin se cansa de Isabel o se convence de que
para satisfacer los antojos de aquella pobre criatura
inexperta, inocente y angelical, no serían bastante
los millones de Urquijo.
Kiosoto el japonés, y Va-
lentín el poeta. 96 40 4 6
En el cuarto contiguo reside un ente original,
misterioso y extrano. Sólo se sabe de él que es ja-
ponés, escultor y se apellida Kiosoto. Lleva dos
años en la casa y esta es la hora en que no se ha
tratado con nadie. Vive en compañía de tres gatos,
dos cotorras, una cacatúa, un mono y tres jilgueros,
y últimamente, hará ocho meses apenas, de un su-
jeto tan raro y tan estrafalario como él, que se lla-
ma Gregorio Valentín. Estos datos se tienen por
mediación de una mujer, vecina de los últimos pi-
$08, que todas las mañanas a las nueve baja a lle.
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