Yo no tuve valor para intentarlo. Aparte de que
todo mi orgullo se rebelaba contra el pensamiento
de que pudieran juzgarme capaz de tal perfidia, no
me consideraba con fuerzas para casarme sin cariño.
Yo no quería a Manolo. Si alguna ilusión había
sentido por él, se me acabó con su conducta. A
última hora, y puesta en lo peor, ¿qué me podía
ocurrir? ¿No casarme con nadie? Para casarse sin
amor, mejor es no casarse.
—Y,, sin embargo, ya lo ves, te has casado.
—Me casé por mi madre. Mamá tenía algunos
ahorrillos. Con ellos, la pensión y lo que yo gana-
ba, nos íbamos defendiendo. Pero los ahorros se
acabaron y empezamos a pasarlo mal. Mamá sufría
mucho. Me casé para tranquilizarla.
—Hres muy buena, Consuelito.
—Nadie es bueno ni malo. Son las circunstan-
cias las que nos hacen ser lo uno o lo otro. Es la
vida; la vida, que es asi.
a rs
PP
'
4
1]
4