Po
vió a la hora de comer venía tan quebrantado, con
una fiebre tan alta, que no obstante todas sus ener-
gías, él mismo pidió que avisaran a un médico.
Como no conocían a ninguno, llamaron a la Casa
de S NDOCOITO, y acudió un E e joven, muy sim-
pático y al parecer muy listo, que después de la
visita se ofreció a s egulr atendiéndole como médico
de cabecera, ya que q de la Casa de Socorro sólo
están obligados a acudir en los casos urgentes. Ca-
ificó la enfermedad de ficbre gástrica, y dejó entre-
ver, que de no sobrevenir complicaciones no ofre-
cería pe ligro. Por desgracia los pronósticos no se
lemaron. Al día siguiente el pe se encon-
traba peor y al tercero la ficbre alcanzaba por la
tarde cuarenta y' un grados y tres décimas. Estaba
deb; ilísimo, le 0 cd hs articulaciones, estor-
nudaba mucho y empezaron a salirle en la cara
unas manchitas rojas que el facultativo juzgó de
mal aguero. De :spués de la visita llamó aparte a la
Justa y le dijo que el caso era muy grave, y para
Salvar su responsabilidad ante la familia juzgaba
Conveniente que le viera otro médico y celebrar
consulta, La y Justa le contestó que trajera a quien
Juisiese, ias ella no sabía de ninguno. Al otro
día el q
señor muy elegante, coh todo el pelo blanco. S e
doctor vino con otro más viejo que él, un
encerraron los dos en la habitación del paciente, es-
Uvieron en ella muchísimo tiempo, y al salir orde-
haron a l. : :
aron a la madre due inmediatamente sacase a todos
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