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PERIAUTOLOGIA
semejantes, varones y hembras, mejor hembras que varo-
nes, (hoy que ellas se van adueñando de disciplinas antes
únicamente confiadas al sexo fuerte), y luego atribuir e
cada una de las figuras de mis novelas las cosas tras-
cendentales que hubiese observado en esa especie de psi-
co-análisis, ¡quién sabe si de esta suerte llegaría a topan
con ignoradas y muevas sensaciones, detrás de las que an-
dan no pocos literatos empleando palabras nuevas, férvis
das y espumosas! Quizás por esta senda oscura hubiera
podido demostrar cuán análogas son la biología y la me-
cánica en la parte que tienen de espiritual, cuya base es
la estabilidad o resistencia a la desintegración, la primera
describiendo lo que persiste y la segunda los modos de su
movimiento, y así llegar a apotegmas explicativos de cómo
se adaptan las ideas a condiciones que hay necesidad del
seguir, sin vacilar, para colocarse a la vanguardia y no
quedarse uno rezagado y mohoso. Esto es más claro que
la lus meridiana,
Pero vedados para mí los referidos caminos por la ra-
són que más arriba digo, me atuve a los cánones de los
novelistas mis contemporáneos, quienes para abrir la puer-
ta a la emoción estética no contaban con las numerosas
llaves que hoy se ofrecen a los ingenios innovadores. Y
resuelto a probar fortuna, huyendo de procedimientos que
quizás me condujeran a una paradoja incurable, en las pos-
trimerias del siglo pasado eché a la calle mi primera no-
vela, y continué soltando las que se me fueron ocurriendo,
bajo el título genérico de “Los de mi tiempo”, hasta que
un día, de los de si Dios quiere, me entraron deseos de es-
cribir de cosas viejas que presencié durante los primeros
ochenta años de mi accidentada existencia.
Parecíame tan pintoresco el calumniado siglo XIX y
tan curiosos los acontecimientos que presencié, unas veces
tomando parte en ellos y otras como fiel observador, que
se me antojaron dignos de ser referidos, no sin que me
asaltase la duda de si sería posible dar a las narraciones
Fetrospectivas cierto interés sin el cual el relato histórico,
cuento, novela y hasta obra didascálica se caen de las ma-
nos. Los viejos que las lean -— me dije — se rejuvenecerán
recordando sus ilusiones mozas, y los jóvenes conocerán
cosas que callan los historiadores de barba florida. Así,
Pues, dí la espalda al miedo, al desacierto y, burla burlando,