ENTRE PURGATORIO Y GLORIA 105
aristocrático amante había ofrecido coyunda
matrimonial y, pegado a ello, el título con la
grandeza de España, por añadidura, en cuanto
Lucy tomase marido.
Completamente sincero fué el Marqués de
Beire con su amiga. Claro. Entre los dos no po-
dían existir secretos ni tapar aquél sus desig-
nios concupiscentes, de caer sobre el marido de
su hija en sazón y punto. Pero fué sincera
también Lucy cuando le dijo a su padre lo que
tenía dentro del pecho. Amor verdadero que
arrastra y subyuga ¿por qué silencioso cami-
no le llegó?... Y ¿quién sabe cuál es su taima-
da ruta?
Indudablemente fué parte también a quedar-
se prendida en las sutiles mallas del amor la di-
ferencia, el contraste entre los hombres que la
rodeaban, insustanciales, ligeros, frivolos, snobs,
y Antonio Artá (self made man) sabiendo for-
titer adónde iba y lo que quería. Ya la mucha-
cha habló claramente al autor de sus días, y des-
de entonces sólo ocupó su pensamiento el ins-
tante de la declaración de su pretendiente. En
varias ocasiones estuvo el hecho a punto de pro-
ducirse: harto lo comprendió Lucy (¿qué mujer
no ve venir ese solemne momento?) y procuró
soslayar la grave pregunta discreta y hábilmente,
sin ofensa para el enamorado. Pero la pregunta
llegaba a todo andar; Lucy la presentía y la