128 E, GUTIÉRREZ GAMERO
tan distinto del que hasta entonces hiciera; su
juventud, fueron elementos que contribuyeron
a hacerle interesante a los ojos de Claudia. Del
trato frecuente que, por imposición de Benisa,
se anudó entre ellos, nació la mutua simpatía.
Ella, siempre sola, sin más quehacer que el cui-
dado de Susi, muy niña a la sazón; privada de
amistades; carente de vida de relación, que el
trabajo abrumador de su marido hacía difícil,
acogió la presencia de Álvaro como una grata
variante en la monotonía del diario vivir, ya que
sabía amenizar las veladas con su conversación
sobre temas mundanos, o cuando evocaba recuer-
dos acopiados en sus múltiples viajes por los
más distantes rincones del globo, o al describir
lugares exóticos, costumbres raras, paisajes,
pueblos, cacerías, tipos de los que viera en su
movida existencia.
¡Qué contraste con su marido! Vulgar; ape-
gado a la rutina; incapaz de pensar más que en
sus sempiternos negocios, que le abstraían hasta
el punto de olvidarse de todo por perseguirlos;
sin otra ilustración ni más cultura que la de la
Bolsa, las cifras, los millones; sin otro objetivo
que el de ganar, atesorar, enriquecerse; ayuno
de toda idea delicada; incapaz de una gentileza
de esas que tanto agradecen las mujeres porque
revelan que se piensa en ellas, creía que todo su
deber de buen marido llenábalo ampliamente al