ENTRE PURGATORIO Y GLORIA 165
años haciendo el cadete con una mujer, sin en-
terarme de que era la querida de otro! ¡Lo que
se habrán reído de mí la tal y su amante! Pues
¿y la gente del teatro que, seguramente, sOspe-
cha, si es que no lo sabe a ciencia cierta, tal con-
tubernio? ¡Ahora me explico algunas reticen-
cias, cuyo alcance no comprendí entonces, de
Prádanos y de Pepe Gómez, sobre todo!
¡Soy un perfecto idiota, un majadero forra-
do de lo mismo, un páparo, recién salido del
fondo de una dehesa! Llego a Madrid con la ca-
beza llena de literatura y tan cándido como un
corderuelo; me enamoro, súbita y estúpida-
mente, de Carmita, a la primera vez que la veo,
en casa de Isaba nada menos; me explica éste,
eéntonces, que es discípula suya y que va allí a
tomar lecciones del maestro — bravas lecciones
— y yo ¡me trago la partida, me pongo a hacer
a la manceba de aquél, una corte ridícula por
todo lo fino, y remato la faenita (digna de que
me pongan un cencerro y me saquen, con los
mansos a la plaza) ofreciéndole mi hon "ado
nombre! Vamos, Antonio, dime, con franqueza
¿qué calificativo de tu rico vocabulario hispano-
argentino es el que mejor me cuadra? Ante el
tristísimo papel que he estado haciendo a los ojos
de los que estén enterados de esa coyunda irre-
gular, y a los míos propios hoy que he descu-
bierto — por ventura mía — la realidad ¿no me-