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E. GUTIÉRREZ GAMERO
siniestro, y a toda marcha llevó al herido a una
clinica afamada de Barcelona, en donde le aten-
dieron, le practicaron una cura minuciosa, co-
siendo lo que había que unir y reanimándole con
las inyecciones propias del caso. Allí quedó hos-
pitalizado y, tanto Magda como las demás vícti-
mas del percance, que — aparte del susto —, solo
sufrieron contusiones sin trascendencia, se mar-
charon a sus hospedajes para prepararse a la
función que, como de costumbre, representaban
aquella noche.
A las molestias propias de los efectos de la
anestesia, se unieron luego los dolores de las
heridas y del trastazo sufrido, con lo que el po-
bre Marcelo hubo de pasar una pésima noche,
pues, además, sentíase muy débil por causa de la
sangre perdida, lo que le producía mareo si in-
tentaba moverse, por poco que fuera, o con-
centrar su pensamiento.
El día siguiente le halló en el mismo estado,
y el médico, al visitarle, hubo de notar lo decaído
del pulso, que procuró restablecer con las medi
cinas adecuadas.
Toda la compañía de Isaba se interesó por el
herido, y fueron a preguntar por él lo mismo
las partes principales que los racionistas y los
dependientes, pues era muy querido por su afa-
bilidad y buen carácter. En cuanto a Magda,
tan pronto como concluyó la función en que tra-