192 E. GUTIÉRREZ GAMERO
biendo dejarla hasta estar seguro de que su esta-
do era normal.
Según era de prever, fué Marcelo reaccio-
nando poco a poco hasta el punto de que, días
después, se daba perfecta cuenta de todo lo ocu-
rrido, incluso de la gravedad por que había pa-
sado; tenía más fuerzas, que se demostraban en
su deseo de conversar, de recibir visitas, de leer
periódicos; el apetito hizo su aparición y las he-
ridas comenzaron a cicatrizar francamente, todo
lo cual, permitió al médico pronosticar una con-
valecencia rápida, y un completo restablecimien-
tc en la salud y fuerzas del herido.
Tanto Magda como sus compañeros conti-
nuaron prodigándole sus atenciones y sus cui-
dados mientras permanecieron en la ciudad
condal, pues, una vez concluida la temporada,
hubieron de marchar a Santander y Gijón, donde
tenían que dar unas funciones antes de que lle-
gase el período anual de descanso de la compañía,
generalmente el mes de agosto. Despidiéronse,
pues, con todo afecto por uno y otro lado, y
quedó solo Marcelo por pocos días pues, en cuan-
to el doctor se lo permitió, marchóse a Navarra
a completar la curación en su casa y rodeado
de los suyos, a quienes cuidadosamente se ocultó
la importancia de lo acaecido para evitarles sus-
tos y sinsabores. La estancia en el campo, el aire
puro, la alimentación sana, juntos con la buena