ENTRE PURGATORIO Y GLORIA 211
sin nubes de ninguna clase, pues el noviazgo
marchaba viento en popa; sus padres no mios-
traban oposición (únicamente Claudia le puso
el reparo, por fórmula, de la diferencia de eda-
des, pues Prat la llevaba cerca de veinte años);
Alvaro estaba prendadísimo de ella y constante-
mente tenía pruebas de su profundo enamora-
miento, con todo lo cual era de presumir que el
porvenir no tuviera para Susi más que venturas
y bienandanzas.
De modo que en casa de Benisa la situación
era la que aquí se beneficia: Susi y Alvaro, en
pleno idilio; Claudia, sufriendo la tortura de
no poder impedir que su hija fuera a parar a
los brazos de Alvaro, a quien había acabado de
conocer, por fin, juzgándole en lo que valía mo-
ralmente, y el jefe de la familia, viviendo siem-
pre entre números, combinaciones financieras y
asuntos complicados, sin enterarse de nada de
lo que en su familia pasaba.
Por aquellos días también Antonio Artá go-
zaba de su idilio, pero más noble, más puro que
el de Alvaro. Idilio que comenzó en la expon-
tánea confesión de Lucy, idilio que imaginaban
ambos amantes de duración eterna. Pero lo im-
previsto, lo inesperado, hubo de nublar aquel
cielo de venturas que llegó con mudos pasos,
como suele llegar la Pálida.
Cierto día entró Antonio Artá en la Banca