222 E. GUTIÉRREZ GAMERO
dito estuvo su caso de usted! El doctor ponía
muy mala cara al ver que no eran bastante las
inyecciones de suero para reaccionarle de la pér-
dida de sangre... Como que si no es por aquella
señora tan guapa, que se brindó a que la quita-
ran la cantidad que usted precisaba para dár-
sela a usted, quizás no lo contaría ahora.” Me
quedé como quien ve visiones, pues nada sabía
de ese acto de piadosa generosidad, y la acosé a
preguntas — como era lógico — para saber a
qué atenerme y, por fin, me contó que se me hizo
la transfusión sin que yo me enterase de nada,
tal era mi estado de inconsciencia, y que fué
usted, Magda, la que a ello se prestó y a quien,
por tanto, debo la vida. ¿Le parece a usted que
no es bastante este motivo para que me apresure
a venir a expresarle la gratitud que le debo, no
sólo por el hecho en sí, aunque constituye una
prueba de sus buenos sentimientos, de su cari-
dad, de su filantropía y de su valor, sino por el
modo de hacerlo, discretamente, a la chita ca-
llando, para que el favorecido no pueda ente-
rarse?
— Querido amigo, me parece que exagera
usted bastante mis méritos, y lamento la indis-
creción cometida en el Sanatorio.
— ¿Es que le molesta a usted que sepa que
soy su deudor y que lo proclame?
— Puesto que no hay otro remedio, no me