290 E. GUTIÉRREZ GAMERO
cipio de un sentimiento, posible de atajar porque
aun no había echado hondas raíces en el alma?
Examinándose a fondo, Magda, temía estar
más cerca del primer caso que del segundo, así
que si decidiera darse a sí misma la batalla para
extirpar de su corazón ese cariño, segura esta-
ba de que, si lo lograba, no sería sin dolor ni
sin lucha.
Y ¿por qué no aceptar esa dicha que la for-
tuna propicia le brindaba? ¿No tenía ella, por
ventura, derecho a ser feliz?
Mas, por otra parte, seríale preciso prescin-
dir del arte; de sus triunfos escénicos; del ha-
lago que supone el aplauso con que el público
premiaba su actuación; de escuchar los elogios
—- que tan bien suenan al oído — de los admira-
dores; de la lectura de los juicios críticos tras
de los estrenos de las obras nuevas, o después
de las representaciones de las de repertorio.
¡ Y dejar todo eso en plena juventud; cuando el
talento está ya maduro merced al esfuerzo ti-
tánico empleado en perfeccionarlo y pulirlo;
cuando se ha llegado a alcanzar la máxima po-
sesión de los medios expresivos, y se los domina
sin esfuerzo real ni aparente finjimiento; aban-
donarlo todo por el amor de un hombre que, a
buen seguro, no sabría hacer el sacrificio de sus
preocupaciones, de sus prejuicios y admitir que
la que elegía por compañera de su vida conti-