E. GUTIÉRREZ GAMERO
— ¿Con Susana Benisa? ¡No es posible!
¡Si puede ser su padre!
— Por la diferencia de edad, claro, pero así
es. Lo sé por el pobre Juan de Dios, que me lo
dijo la última noche que fuí a verle. Y ahora
voy a hacer una profecía, Martinito. ¿Quieres
saberla ?
— Venga de ahí, señor González, que escu-
chándole a usted siempre se aprende.
— ¡Y que lo digas! Te vaticino que no pa-
sarán muchos años sin que la casa esté regida
por un solo amo, por Prat.
— Y ¿qué va a hacer de su suegro futuro?
— Eso ya no lo sé yo, pero que se lo quitará
de en medio, de un modo o de otro, lo has de ver,
y pronto. De forma que lo que te conviene es
adherirte a él cada vez más, porque es el sol
que más calienta. ¡Ah! otro consejo. Si juega a
la lotería, averigua el número que lleva y cóm-
prate uno igual. Si se embarca en una operación,
pon a la misma carta y no tardarás en hacer-
te rico.
— ¿Tanta fe tiene usted en su suerte y en
su olfato?
— En cuanto a su suerte, sí. Ya sabes cómo
empezó y mira donde ha sabido colocarse. Tu
amo ha tenido lo que hay que tener en la vida :
ayuda, protección. No hay hombre sin hombre.
En la política, un padrino que empuje y dé el