264 E. GUTIÉRREZ GAMERO
en los ensayos siguieron paso a paso la faena
meticulosa, inteligentísima y previsora de don
Pedro Isaba para instruir a la dama joven en
todos los detalles que pudieran realzar su actua-
ción; y eran de oír los comentarios que Pepe
Gómez hacía del trabajo que el maestro se es-
taba tomando con la niña.
— Con todo su talento — y cuidado que es
grande — toda su cuquería — tan grande como
el talento — y toda su inspiración, que le ha
llevado tan alto, no cae don Pedro en la cuenta
de que está enseñando a Carmita el papel, pero
a su modo, es decir como él lo haría si estu-
viese en ese trance, fuese mujer y dama joven,
cuando debiera no cohibirla, y dejarla que rom-
pa por donde pueda, con lo que ganaría en na-
turalidad. Así que el que tenga ojos y orejas,
verá a don Pedro, con faldas y con cara de
Carmita, escuchará su manera de hablar y de
callarse, y recordará hasta su andar por el ta-
blado. Y... ¡no es por ahí! — decíale Pepe a
Magda en un descanso, durante el ensayo.
— Tienes razón, Pepito; pero es que no se
fía — v quizás haga bien —de la inspiración
de la niña. Mientras que, siguiendo al pie de la
letra la pauta que él la da, seguramente ha de
cosechar muchos aplausos.
— Que es de lo que se trata.
— Claro, a eso estamos todos.