ENTRE PURGATORIO Y GLORIA 277
formó parte en clase de banquero prestigioso,
al sano fin de informar acerca de la peseta (vul-
go la Tarara) que ya comenzaba a sentirse in-
dispuesta. Y, con objeto de que su lujo les con-
moviese, echó la casa por la ventana.
— Algo exagerado — dijo Antonio Artá a
su amigo cuando estuvieron en la calle.
— Pero de buen gusto. Hay que confesarlo
— añadió Riopar.
— Ha querido pendre la crémaillére, que di-
cen nuestros vecinos, dándoselas de rumboso.
— Que te crees tú eso. Fuera parte de que
ha querido pasmarnos, el banquete ha sido un
pretexto para darnos la noticia de la Gran Cruz
y de su nombramiento en la Comisión de la pe-
seta enferma.
— Enseñándonos las suyas — interrumpió
Artá.
— Alvaro de Prat es uno de los privilegia-
dos de la fortuna.
— Señal de que lo merece.
— Pero ¿tú te figuras que la suerte es algo
así como premio y recompensa de la virtud, y
que Alvaro es un santo varón digno de la eterna
bienandanza ?
— Lo que sé es que cuanto se ha propuesto lo
ha conseguido. Quiso ser rico y lo es. Quiso for-
mar entre los que están en primera fila en el
mundo de los negocios, y ahí le tienes de Ban-