PERIAUTOLOGIA
«Griegos y romanos deben algo de su concisión a la
dificultad de la escritura manual en su tiempo. El papiro
solía faltar, casi por completo, en aquellas épocas. Acaso
nuestra literatura, y la novela particularmente, ganaríam
hoy con una huelga de fabricantes de papel.»
Esto, que decía Clarin, detuvo mis ímpetus tras el pro-
pósito de escribir movelas, pero como el morbo literario
me había cogido de medio a medio y es enfermedad de
difícil cura, me lancé a ello aun a riesgo de que el famoso
crítico me catalogase entre el número de los infinitos que
cultivan el género novelístico y no llegan a doblar el cabo
de la vulgar medianía.
Medité muy despacio si había de echar hacia la novela
histórica, a consecuencia de una conversación que tuve
con el imsigne don Manuel Fernández y González y, a pe-
sar de lo que el célebre pocta y novelista me dijo, al fim
abandoné tal idea. En las lejanías del pasado los hechos y
los hombres se esfuman, y pierden su verdadera idiosin-
crasia, porque si todo individuo es diferente para cada uno
de los que le contemplan, como acontece, ¿aué será al tra-
vés del tiempo y del espacio? Además, la novela histórica,
que hace de los que fueron de mucho fuste y nombradía,
muñecos a gusto y medida de quien los mueve, tiene el im-
conveniente de engañar a sabiendas a los que sólo como-
cen de la historia lo que les cuenta la novela, y como el
autor la desfigura según le place para cautivar al crédulo
lector, se arma un deplorable galimatías tocante a la ver-
dad, en cuyo delito debería meter palo la Real Academia
que reside en la calle del León.
4 Felipe II, verbigracia, le pintan como un monstruo
de doblez y de hipocresía, asesino de su hijo y regocijado
espectador de los autos de fe; y otros, cual un político
ecuánime, prudente, buena persona, que si tuvo algún ri-
gor com la princesa de Éboli encerrándola en la torre de
Pinto, pueblo de muy pocas distracciones, fué porque aque-
lla tuerta, que tenía gancho y garabato para pescar cora-