173 MAURICIO LÓPEZ ROBERTS
lo que se llamaba el Casino de la Reina, vestuta
finca donde luego se construyó la actual escuela
de Veterinaria.
Las tres jóvenes eran íntimas y se querían de
modo entrañable. En Santa Voz estaban siempre
juntas y se ayudaban y defendían en todo. De los
felices años del convento guardaron un tesoro de
recuerdos, de historias, que tenían el don de entre-
tenerlas y divertirlas lo indecible. Á veces bastaba
el solo anuncio de alguna de aquellas remembran-
zas para hacerlas reir como locas o para enterne-
cerlas muchísimo, «y no había plática donde no sa-
liese a relucir el lance de Galatea, o la historia del
gato blanco, o la terrible aventura del fantasma de-
capitado.
Eran aquellos sucesos como evocación de otra
vida, de una existencia anterior que habia llenado
los años de la niñez, ese tiempo en el que los su-
cesos adquieren una enorme fuerza y quedan gra-
bados para siempre en los cerebros infantiles, blan-
dos y dúctiles como cera. Los sinsabores, los dis-
gustos y los castigos de los años escolares, perdían
su amargor, se olvidaban o se presentaban bajo
un aspecto cómico y divertido que los hacía casi
apetecibles.
Inés Burgo de Osma, que era la más traviesa de
las tres y la que más reprimendas se ganó en el
colegio, tenía un repertorio inagotable de histo-
rias. Imitaba muy bien el acento de la madre Ber-
nardeta, y sin pizca de respeto remedaba el paso
o