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Introinspección.
Quedó sola, de pie, junto a la mesa, mirando el
tapete. Al salir, doña Jesualda cerró cuidadosa la
puerta y sólo por el balcón entreabierto llegaba al-
gún vago ruido de la calle, Almudena miró el ter-
ciopelo otra vez, después apoyó una mano sobre la
mesa, contempló maquinalmente el reloj que esta-
ba sobre el entredós y luego se encaró con el cuarto
aquél, como si lo viese por primera vez. Le parecía
extraño a ella, sin que despertase en su espíritu ni
un solo recuerdo. Era como una habitación de fon-
da, por donde se pasa sin detener la vida, un cuarto
cualquiera, sin la historia intíma y potente que
prestan las memorias de los días de antaño a las
habitáciones familiares. En la sala de sus padres
sintióse Almudenita tan extranjera como si se
hallase en una casa ajena. Miró de nuevo el tapete,