Full text: El verdadero hogar

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EL VERDADERO HOGAR 207 
la mesa—, en los balcones tengo muchos tiestos 
con infinidad de plantas y flores. Rosales, matas 
de hortensia y de claveles, una hiedra muy bonita 
que empieza á cogerse ya en los hierros dé la ba- 
randilla, una planta de yuca que va a dar flor. Me 
entretengo en regar y cuidar tanta maceta; ¡pero 
recuerdo muchísimo este jardín! ... 
—Es muy hermoso—afirmó la madre albina. 
—Me parece el Paraíso. A veces, en la salita O 
en mi cuarto, cuando estoy sola, y aun, no crea, 
reverenda madre, aun estando con mis padres, re- 
cuerdo el jardín de Santa Voz tan a lo vivo, que 
me parece que todavía estoy en él. Los árboles, 
los castaños tan grandes, el rosal blanco que sube 
por una de las paredes, la fuente con el delfín que 
está echando agua sin parar nunca, las plazoletas 
donde he jugado tanto... ¡Ay, Dios mío!- suspiró 
Almudena—Lo que yo he reido aquí, lo que me 
he divertido —y concluyó bajando la voz—. Es 
como otra vida. 
Luego quedó callada. La superiora guardó tam-— 
bién silencio. En el cuarto sólo sonó un instante 
el chisporroteo levísimo de la lamparilla que chi- 
rrió sobre el aceite; luego la luz tembló ante la 
efigie de Jesús, agitada por un soplo misterioso. 
La madre Balbina suspiró; tal vez iba a hablar, 
cuando la lo lejos sonó una campana, después 
unos discretos nudillos tocaron la puerta, y pre- 
via venia, entró la madre Lourdes anunciando que 
el almuerzo estaba ya pronto. Bajaron las tres al
	        
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