A EL VERDADERO HOGAR 213
bau... Ahora que no será tan pronto... En fin, a la
voluntad de Dios.
María fué más breve. También dejó a los suyos.
1 Sus padres quedaron en el mundo. Eran todavía
Ml jóvenes, estaban fuertes... luego calló. Almudenita
! aun la preguntó:
—¿Y tenía usted muchos hermanos?
Y -—No. Soy hija única—habló María, dejando de
( sonreir un instante. Luego +iguió, deteniéndose
Ñ - able una puerta—. Ya estamos en la clase de pri-
mores. Mire usted, mire usted cuánta preciosidad.
Entraron las tres muchachas y tras ellas, un
poco renqueante, la madre Ernesta, poseída del
demonio de la vanidad que la impulsaba a recrear-
Y se en los elogios que harian de su cuadro.
4 Había en el cuarto unas cuantas mesas, y sobre
los tableros velanse muestras de cuanta habilidad
pueden ejecutar manos femeniles, Había allí bor-
dados en color, almohadones de tapicería, labores
sutiles e inútiles que unían con unos pocos hilos
agujeros diversos, creando dibujos geométricos,
absurdos y complicados. Sobre un terciopelo rojo
una mano llena de buena voluntad había pintado
A
/ las flores malvas de una glicina; manchando el
4 azul purísimo de un trozo de seda brillaban unas
corolas purpúreas. Más allá se exhibían otras la-
Y bores, servilletas para té, un mantel, sabanillas de
altar, una casulla blanca, recamada de oro, mez-
clando lo sagrado y lo profano, descubriendo la
mentalidad de las monjas bordadoras, que no lle-