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226 MAURICIO LÓPEZ ROBERTS
-Pero hijo, por Dios... Esta tarde, mientras
Almudenita estaba con las madres de Santa Voz,
vino Gracián y hablamos un rato muy largo en la
tienda: Tú estabas de palique con la capitana y
con dom Fernando, el de la botica, y por eso nO
te figuraste que hablábamos de eso, pero doña Do-
mitila se lo olió en seguida, y nO dejaba de mirar-
nos a Gracián y a mí. Las mujeres pescan siempre
al vuelo estas cosas de bodas.
-Ah, ¿era de eso de lo que hablabais?
—Glaro. ¿De que iba a ser? Gracián me dijo que
doña Tora estaba conforme y contenta; que como
la casa donde viven es suya y tiene un piso vacio,
podrán ocuparlo ellos y arreglarlo a su gusto; asi
están juntos, y separados. Doña Tora les dará ade-
más cubierto, y Gracián me dijo que de lo suyo
tiene unas 7.000 pesetas anuales. De modo que yo
creo que con que le demos a la chica 50 duros al
mes, podrán vivir los dos como unos príncipes.
—+SÍ, está bien -murmuró don Cándido, después
de un rápido cálculo mental.
—Cuando vengan los nietos podremos pagarles
el ama—siguió doña Jesualda—. Y también en ve-
rano darles un piquillo para viajes y aguas, si las
necesitan.
Claro, mujer, que se les dará, pero de. todas
maneras yo quiero hablar con Gracián de estas
cosas. No hay que precipitarso.
-De eso tú veras si le convences... porque le
ha entrado una prisa... Quiere que se arreglen a es
/ -
¡
VS
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