EL VERDADERO HOGAR 239
era que no sabia cómo abordar la peligrosa cues
tión. Mintió a su marido cuando dijo que, los
quehaceres domésticos la habían estorbado para
hablar a Almudena. Pudo hacerlo, pero la detuvo
un sentimiento de temor, la impresión extraña de
que era inferior a su hija, de que ésta podía des-
» preciarla como si fuese una criada, un sér sin edu-
cación que no comprendía las razones que la im
y pulsaban a ser como era, a pensar lo que pensaba.
Este malestar se hacía más fuerte según iba pa-
Y sando el tiempo, y doña Jesualda sentíase muy
De iufeliz, Por eso aceptó, casi con entusiasmo, la pe-
E tición de Almudenita. Icían a ver a Inés y a doña
q 'Pora y quisiera Dios que se le ocurriese a la pres-
y tamista algún tópico para entrar en materia, ya
AN fuese en la visita, o por el camino.
A Pero por el camino no se movió Dios a inspi-
E rarla nada. Verdad es que poco había que andar
Y de una casa a otra. Pero aunque hubiese leguas
4. entre las dos, doña Jesualda no abordaría la terri-
ble cuestión. Anduvieron, pues, madre e hija casi
silenciosas, cambiando sólo frases indiferentes su-
geridas por el cruce de una calle, por la proximi
dad de un coohe, de un tranvía. Así llegaron a
casa de la bisabuela de Gracián, subieron la esca
lera, entraron. Toda Ja familia estaba allí, incluso
el novio de Almudena, que fué quien las abrió la
puerta con cara sonriente. Doña Tora las recibió
también muy afable, envuelta en su mantón ne-
gro, siempre erguida, vivos los tenebrosos ojos lu-