—MMMMMANÁ
EL VERDADERO HOGAR 77
El nacimiento de un precioso niño, fruto de
aquel desatinado amor, hizo que don Benigno y
doña Torita se enternecieran aún más y se les pa-
sase del todo el furor que la boda de su hija les
produjo. Aguedita estaba estática con el chiquillo,
que heredó con la belleza de sus padres, el precio-
so nombre de su papá. Gracián segundo tuvo pron-
to más hermanitos, tres o cuatro, que murieron
de distintos males, y tras un último y desastroso
alumbramiento, en el que se agotaron las escasas
fuerzas de Aguedita, ésta murió en dos meses, víc-
tima de una tisis galopante, dejando a su esposo y
a sus padres presas de la mayof aflicción. Enton-
cos doña Torita envejeció tanto y tan de pronto,
que las gentes no se atrevieron ya a seguir llamán-
dola por el gentil diminutivo con que se la cono-
cía, y desde entonces se la dijo tan solo doña Tora,
nombre que parecía más serio y a propósito para
una señora mayor.
Después de muerta y enterrada la pobrecita
Agueda, que sólo conoció del mundo el amor y la
fecundidad, Gracián y su hijo fuéronse a vivir con
las dos «Cavas», y aunque Gracianito iba todos los
días del año a vera sus cariñosos abuelos, su papá,
el ilustre representante de los Burgo de Osma,
fué alejándose poco á poco del roce con sus sue-
gros, sin mal pensar y sólo arrastrado hacia esfe
ras más lucidas por su espíritu eminentemente
aristocrático.
Los Guisando no lo echaban tampoco mucho