132 E. GUTIÉRREZ-GAMER(
— Como fué una de sus más principales columnas,
tomó gran cantidad de acciones. Creo que por tres mi-
llones de pesetas, y otro tanto, o poco menos, don Pablo
Cañizares — respondí.
— Ese Cañizares es un granuja, un miserable — in-
terrumpió la Puri.
— ¿Un granuja? — exclamé ante aquella afirmación
tan rotunda contra un hombre que pasa por ser modelo
de pulcritud comercial.
— $í, señor. Un granuja. Don Pablo vendió a tiempo
todas sus acciones; de modo que a él la quiebra le impor-
ta un rábano.
— ¡Quizás sospechase!...
— Quien sospecha una infame intriga para arruina!
a Chachito soy yo — interpuso la muchacha, roja de
cólera.
— Mucho dinero son tres millones de pesetas, ca80
de que nada se pueda recoger; pero por tal contrarie-
dad no se arruinaría mi jefe.
— ¿Tan rico es? — interrogó la Puri, en cuyos ojos
brilló un relámpago de avaricia.
— Lo bastante — respondí, — para que esa pérdida
no le deje por puertas.
— ¿No sabe usted a cuánto asciende su fortuna?
— No... en total, porque yo ni entro ni salgo €n *
contabilidad ni tampoco veo los balances de la casa. Únl-
camente conozco la cifra de su cuenta particular con el
Banco de España, y eso por razón de que me da a gual-
dar los cheques en blanco y los documentos de abono qe
aquél le hace, y luego usa del talonario según le convit-
la