CAPÍTULO X
UANDO tan poco ha menester la vida, esta vida mo-
C desta y sencilla que llevo, para que se deslizase sin
08 tremendos desasosiegos y penosos sobresaltos, amar-
Sura constante de los hombres que no saben encerrar
Sus deseos en los moldes de la realidad, viene lo inespe-
tado a perturbármela, haciendo de ella rodaja que da
Vueltas a impulsos del ajeno querer.
Limitábanse mis aspiraciones a ganar el pan hon-
tadamente, muy tranquilo, en este Madrid, del que no
Qiero salir ni en andas, porque soy partidario del pa-
dre quieto; a regalarme el paladar con algún suntuoso
Y bien escogido banquete, salpicado entre Pascuas y Ra-
MOS, según permitan mis ahorrillos; a comprarme una
Prenda elegante, dígase levita de fino paño o terno de
Moda que avalore mi estampa, y pare usted de contar
en lo que se refiere a satisfacción del cuerpo, pues en
“anto a otras de cierto linaje que a la mayor parte de
98 individuos de mi sexo traen de “abeza, no entran
“a Mi programa, y si me tengo por mujegriego — como
Uría mi amigo don Procopio, — es de pensamiento, con
A deleite intelectual que porporciona la contemplación
“la plasmante belleza femenina, de la que me declaro
*rvoroso y entusiasta devoto. Y en lo que atañe a mis