LA OLLA GRANDE 183
— Nadie lo sabrá y le doy mi palabra de caballero
de cumplir fidelísimamente sus órdenes — dije po-
niendo mi mano derecha sobre el corazón, a falta de los
Santos Evangelios.
— Estoy seguro de ello, amigo don Teodoro. Y a
Propósito de Purita — continuó entonces don José Ma-
tía, abandonando el tono grave de sus anteriores pala-
bras. —¿Por qué no va usted a verla? Se queja de
Que la tiene usted abandonada...
Claro que la tengo abandonada. Desde que llegué a
Madrid, de retorno de Cuba, sólo una vez he ido a casa
de la Puri, y a hora en que no estuviese para cumplir
Con un tarjetazo. ¿Cómo volver a la calle del Saúco
después de nuestra última peligrosa plática y con pro-
Mesa de empalme? Lo malo es que mi nuevo papel de
fdeicomisario, con que me ha honrado Chachito, me
“rea obligaciones por las cuales no tendré más reme-
dio que reanudar con la Puri las interrumpidas amis-
tades... Y los tales nudos me darán, sin género de
duda, un montón de disgustos, porque resuelto como
fStoy a parar en firme a doña Purificación, si se per-
Mite cualquier avance que traspase los linderos de la
Más arisca y gruñona castidad, con mayor razón, sien-
0 yo el amigo más íntimo de Chachito y habiéndome
tregado éste el secreto de su inmenso amor, excuso de-
“ir el odio que me va a tomar la señorita Puri, cuyos
Caprichos no conocen obstáculo cuando se le ponen en
él divino moño... ¡Sesenta mil duros, una fortuna, a la
daifa, que luego se los gastará con el primer chulo tras
€ cuyos andares se le vaya el gusto... ¡Decididamente
el dinero está en muy malas y torpes manos, y me
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