LA OLLA GRANDE 131
— Sí, señor. Y lo que me choca es que se valga us-
ted de semejante rodeo para volver a la paz conyugal —
díjele admirado de tales escrúpulos en un hombre
Como él.
— Tiene usted mil razones, señor de Monturque. En
realidad de verdad este rodeo, como usted dice, es im-
Propio de mi carácter, cuyo primer impulso en cuanto
que puse los pies en la corte, fué irme derechito a casa
de Jacinta, entrar como dueño y señor, darle dos bofe-
tones a don Carlitos, trincar a mi mujer y... largo de
aquí con ella.
— Y no la ha hecho usted...
— No lo he hecho porque a última hora me ha en-
trado un deseo furioso de tener conmigo a Jacinta...
— Para mortificarla y...
— No, señor — me interrumpió.
— Entonces para obligar a Carlitos, que está muy
Y gusto con su Jacinta, a que...
— Tampoco, señor de Monturque — atajó por segun-
da Vez Orioles, mirándome con fieros ojos. — Ya le he
Icho que no vengo por dinero. No, señor, Es que aho-
la, que he estado separado de ella, he comprendido todo
9 que vale y todo lo que yo la quiero. Soy rico, o al
Menos creo tener asegurada mi posición por bastante
lempo, y no me da la gana de que otro disfrute el bien
Me es mío, Y si no he partido por la calle de en medio,
“Mo me pide el cuerpo, es para evitar un choque con
Ortales y un disgusto a Jacinta, con la cual deseo ha-
Y méritos de dulzura a fin de que se venga conmigo
Dor buenas.
C
Pero, ¿no sabe que está usted aquí?