Full text: La olla grande

LA OLLA GRANDE 195 
Ahora —iba yo pensando así que me zafé del ma- 
tido de Jacinta — me planto en un periquete en casa de 
la Puri; cojo allí a Chachito, le cuento punto por pun- 
to mi conversación con el susodicho bribón, y entre los 
tres ideamos un complot que salve a Carlitos. Posible es 
Que el pobre chico tome una perrera monumental y que 
Dor el pronto se le recrudezca la enfermedad ; pero cuan- 
do se persuada de que ello no tiene remedio, y de que no 
Vamos a poner al juez de guardia en seguimiento de 
Una mujer que se marcha con su marido, se irá calman- 
9 y quizá se convenza de que la sangre de las venas se 
Cuenta por gotas, y las Jacintas por millares. 
Tomé un coche en la plaza de Antón Martín — por 
Doco tomo dos para llegar más pronto; —le di al au- 
"ga las señas de la calle del Saúco, sin olvidar el piso; 
“Mprende el caballejo un trote cochinero por la del 
Mor de Dios, y al volver la esquina de la de las Huer- 
$ tropieza mi vehículo con un carro cargado de ripio 
y Cascote, y pegamos el gran volquetazo, del que por 
Otuna salí ileso, pero cubierto de polvo de los pies 
Ñ a cabeza, como si me hubiera revoleado en una yese- 
“la, El zipizape que se armó no es para descrito. El 
Moo, que vino a tierra, apenas pudo levantarse la 
endió a estacazos con el conductor de la carreta, 
Que, “como no era manco, defendíase bravamente. Los 
ocupados transeúntes tomaron parte en la refriega, 
Mostando cada cual a quien mejor le parecía. Los 
el Orden público cayeron allí como llovidos del cielo, 
A - Spués de separar a los contendientes entablaron un 
an e arestorio para averiguar quién fué el cau- 
el tropezón; y mientras tanto unas almas cari-
	        
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